En otra oportunidad, nos contactaron nuevamente y decidimos ir a conocer las instalaciones para tomar real dimensión de sus necesidades. En charla con las autoridades y las personas que allí trabajan, nos surgió la inquietud de «¿qué hacen los chicos cuando cumplen 18 años?”. Nos contaron que trabajan mucho en su egreso autónomo y que cuentan con programas de inserción laboral pero que no pueden abarcar a todos (algunos de ellos terminan limpiando vidrios en las esquinas o pidiendo en la calle).
Fue allí que les propusimos recibir a alguno de los adolescentes próximos a egresar para que trabaje como ayudante de albañil, de manera que obtenga una experiencia laboral y un sustento económico una vez egresado. Tiempo después, desde el hogar nos propusieron a Raúl para ingresar a la empresa.
De niño, Raúl había sido abandonado por su madre biológica y el Estado se hizo cargo de él, llegando así al Hogar Belgrano…
Raúl, su trabajo y vivienda

Algunas semanas después, Antonella (asistente social a cargo de Raúl) nos comentó que Raúl había comenzado a vincularse nuevamente con su familia. También nos consultó acerca de la posibilidad de ayudarlo a construir «algo» en el terreno donde ellos vivían, ya que sería de gran apoyo emocional para Raúl vivir con sus seres queridos una vez que se concrete su egreso.
Con la decisión tomada de colaborar para construir una casa, fuimos con Antonella y una familia amiga de la empresa (Flia. Barrionuevo) a conocer el lugar. Allí vivían la madre biológica de Raúl, una hermana mayor con su familia (esposo y tres hijas) y otra hermana pequeña, todas personas muy humildes y predispuestas a ayudar.
Las condiciones eran muy precarias: un asentamiento a escasos 10 metros de la vía del ferrocarril, al cual se accede caminando por un puente del tren. La casa contaba con una construcción de machimbre; una habitación extra (muy precaria); un baño al final del terreno, tapado con unas lonas; y en la parte de atrás, una parrilla donde cocinaban a leña. Es muy difícil poner en palabras esta situación de vida.
La construcción y el compromiso

Durante ese tiempo, recibimos dos propiedades para hacer emprendimientos a futuro, las cuales comenzamos a demoler para reciclar material y utilizarlo en la casa de Raúl.
La logística de cómo llevar los materiales hasta el terreno tuvo su trabajo, ya que no es un camino directo y debimos solicitar permiso a una empresa privada para el paso de los vehículos.
Tanto ingenieros encargados de obra como compañeros se involucraron al 100%. La construcción fue planificada para todos los sábados y trabajaron allí empleados de Ávita que en otras ocasiones también habían recibido ayudas (préstamos, materiales, gestión de trámites, etc.). Afortunadamente, varios obreros más se comprometieron yendo a trabajar todos los sábados «ad honorem» y luego, por la necesidad de apurar los trabajos, un equipo comenzó a ir también los viernes en horario laboral.
No obstante, el compromiso fue más allá de la mano de obra, ya que algunos de los compañeros de Raúl le ayudaron con una cocina y garrafa.
Esta historia hoy

De esta manera, logramos cubrir la necesidad de vivienda y mejorar las condiciones de vida tanto de Raúl como de su familia.
Por su parte, también se generó un vínculo entre todos los integrantes de Ávita que se involucraron en esta causa, lo cual se vio plasmado en el compromiso día a día y en el resultado final de todo el trabajo realizado.